Ahora
que partes para Ítaca, espero que tu camino sea pausado, respira cada momento
desde el fondo de las entrañas, espero que camines con clama por entre las
calles y las hermosas plazas de la ciudad antigua (lleva una buena sombrilla
para dos cuando te sorprenda el sol del mediodía), ciudad cargada de historias,
historias felices y falaces, historias tristes y taciturnas bajo la luz de los
faroles y a la asombra de las murallas o en la
chiva rumbera del norte.
Siéntate
al atardecer en un buen café y contempla la puesta de sol como si fuera la
última y degusta la brisa del caribe cerrando los ojos y sublimando ese momento
que te regala el altísimo y que no volverás a vivir de igual manera. Disfruta
tanto de la calma reflexiva, como del bullicio extremo, para todo siempre hay
tiempo bajo el sol o bajo la luna.
Usa
calzado cómodo y juega a ser viajera en tierra extraña, agudiza tus oídos en
los pasillos y calles públicas (no te dejes contaminar por el Wi Fi), seguramente
algo curioso haz de escuchar un día de esos.
Date
un paseo en bicicleta, reserva el carruaje solo para una compañía especial, no
compres muchas mercaderías más que aquellas que te dejen un buen sentimiento en
el alma. Tráeme un maracón si le encuentras
buen sonido.
Entrega
tu cuerpo también al merecido descanso en alguna playa tranquila lejos del
mundanal ruido de los turistas bulliciosos.
Saluda
también a Botero de mi parte, dale una palmada en la nalga a la mujer recostada
en la esquina de la plaza. No dejes de ir “donde Fidel” a escuchar salsa y
tomarte unas frías, pero ante todo no dejes de ir a “Quiebra canto” cualquier
noche a regalarle el mejor presente a
tus sentidos, llegarás caminado por el paseo de los pegasos, justo enfrente del
reloj de la muralla al ladito del centro de convenciones.
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